En las ciudades de México que no son las tres grandes capitales (a saber, Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey) existe una idea open-source fantástica que todo el mundo entiende y utiliza para hacerse la vida más fácil: el Uno y Uno.
El Uno y Uno consiste en que, en cada cruce de dos calles, cada coche que llega a la intersección cede el paso al coche que viene en el otro sentido, para luego avanzar haciendo uso de su turno, mientras el coche en el otro sentido le cede el paso a él, y así sucesivamente.
Es una idea ya adoptada que sirve para engrasar el tráfico y funciona como cultura general. Pasa de padres a hijos y de locales a forasteros. A nadie se le ocurre saltarse un Uno y Uno porque te puedes llevar insultos hasta para el último miembro de tu familia, o (peor aún) causar un accidente.
A mí me encanta el Uno y Uno porque es una idea open-source, una idea que depende de que la gente la adopte y la utilice. Es un patrón de idea de la que en publicidad también se pueden ver ejemplos, como la maravillosa “The Empty Project”:
Este tipo de ideas open-source son probablemente a las que se refería Nicko cuando se preguntaba, en sus criterios para juzgar una idea, si la misma “podría ser una idea de todos”.
Una idea open-source también funciona como un interfaz: no le cuenta una historia a la gente, sino que la habilita para que la historia la desarrollen ellos.
Aun así, en esta época de plataformas sociales, las marcas siguen hablando mucho y dejando poco espacio a los demás. Asfixian. ¡Comparte! ¡Twittea! ¡Danos Like! ¡Sube tu vídeo!
Es más, cuando piensan en sus usuarios, las marcas aún piensan en función de lo que los usuarios pueden hacer por ellas, como esas dinámicas de User-Generated-Content que lanzan de cuando en cuando: “Danos tu tiempo y contenido para ganar esta promoción.”
Meh.
Pero no tendrían por qué ser así. Aún quedan muchas ideas por descubrir que dejen espacio a sus usuarios para respirar. Es más, que se nutran de la respiración de todos los que las usan. Como el Uno y Uno.